La realidad demuestra que la demagogia, la hipocresía y la ignorancia no son patrimonio de ningún grupo concreto.

miércoles, 29 de diciembre de 2010

El buitre

Había un buitre, picándome los pies. Ya había desgarrado las botas y los calcetines, ahora picaba ya la carne de los pies. Siempre picaba, volaba luego inquieto varias veces a mi alrededor y proseguía su trabajo. Pasó un señor por mi lado, miró un rato y preguntó por qué toleraba al buitre.
-Estoy indefenso- le dije-, llegó y comenzó a picar, entonces quise, naturalmente, espantarle, incluso intenté ahogarlo, pero un animal así tiene mucha fuerza; como quería saltarme a la cara, decidí sacrificar mis pies. Ya están prácticamente destrozados.
-No entiendo que se deje atormentar de ese modo, un tiro y el buitre está listo.
-¿Así de fácil?- dije yo-. ¿Podría hacerlo usted?
-Encantado- dijo el señor-, sólo tengo que ir a casa y traer mi escopeta. ¿Puede esperar una media hora?
-No lo sé- dije, y me puse rígido por el dolor-. Pero por favor, inténtelo por todos los medios.
-Bien- dijo el señor-, me daré prisa.
El buitre nos había escuchado durante la conversación, mirándonos sucesivamente a uno y a otro. Entonces me di cuenta de que lo había entendido todo, salió volando, se paró a cierta distancia y se inclinó para tomar impulso, luego introdujo el pico en mi boca como un lancero y me atravesó. Mientras caía hacia atrás, sentí, liberado, cómo se ahogaba sin salvación en mis entrañas, inundado en la sangre que se derramaba a torrentes.

El buitre (1920)
Franz Kafka

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Ya está aquí

Despierta, esto no es un sueño. Ya está aquí, ha llegado el momento. Pero tranquilo, el guión está escrito, nada debe entonces preocuparte. No intentes nadar contracorriente. Te expondrás demasiado. Bicho raro, amargado, quizás nihilista puede que te llamen. Pero el Señor ya está aquí. Él es tu pastor y nada te falta.

Olvídalo. Abandona las viejas disputas familiares, el desprecio, la falsedad. Compórtate, se feliz aunque finjas, aunque tu dicha sea impuesta. Importante es que compres turrón. Ah, y no olvides un buen vino. Gástate el dinero que no tienes. Vende tu sonrisa, adáptate. Los demás harán lo mismo.

Despierta, ya te lo advertí, esto no es un sueño. El mundo nunca duerme mientras se pudre. Él ya está aquí, junto a todos nosotros. En realidad jamás nos ha abandonado. Nunca ha habido nada que temer mientras gemina perpetuo el salvador.

Olvídalo. Disfrútalo tú, vívelo tú, intenta engañarme mientras me aparto. Porque aislarse es imposible. Pero la oscura venda que cubría mis ojos cayó hace ya mucho tiempo. Yo, un puto nihilista. Quizás. Intenta convencerme que lo absurdo no es lo que nos empuja y gobierna. Bueno, no hace falta. Ya lo sé, soy un puto bicho raro, amargado, nihilista. Quizás.

Pues eso, que pases una feliz eso, NA-VI-DAD.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

La inmovilidad de lo absurdo

Luchando contra la inmovilidad del pensamiento, que transcurre sin que a nadie le importe. Puede que a mí tampoco. No lo sé, hoy no tengo nada claro.
La esencia que nos define es absurda; todo lo es. Quizás mañana me convenga parar, reinventarme. Me dedicaré a experimentar, a no volver a desperdiciar más el tiempo en nimiedades. Pondré fin a la vida que he llevado hasta el momento, para que todo cambie y ya nada sea igual. Pero, ¿a quién le importa todo esto? A mí no, por supuesto. De lo contrario, dejaría de plantearme la certeza racional de lo absurdo.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Inconciencia

(...) Si no tuviera memoria, si no tuviera conciencia... ¿Qué sería de todo esto que siento?
De seguro que no escribiría, ni me quedaría embobado en un pensamiento. Siquiera fumaría, o bebería. Jamás conocería lo que es la duda, la pena, la ansiedad, la desazón, la miseria, la condena,... Tampoco hubiera fantaseado con los límites de una vida nueva o la espera a un veredicto providencial y reparador. Incluso fantasear no formaría parate de mi vocabulario, sería su mecanismo inarticulable en mi cabeza, y no me ofrendaría promesas ni me empeñaría en quimeras, ni formaría yo mismo parte de lo que hoy llamo humano, y me perdería sin remordimientos, y solucionaría todas las incógnitas a mi favor, y en un arrebato involuntario desharía la urdimbre que nos aprisiona, para que las arañas de la memoria solo tejieran alfombras donde se paseara nuestra inconciencia. (...)
Diario Ajeno
Aman Cala

lunes, 22 de noviembre de 2010

Realidad

La realidad cotidiana. La realidad. Realidad. Dejar caer sobre un papel en blanco todo ese mazacote de fetidez repelente, con sus tripas al aire y todo oliendo a mierda fresca… como dijo un tal Pedro Juan.

El anciano es arrastrado por la silla de ruedas. Su cabeza ladeada se balancea al ritmo del desnivel del paseo. Babero azul. Una liana de saliva cuelga de su boca, columpiándose alrededor de su pecho. Mirada perdida de ojos que no observan qué o quién lo arrastra. Todo da igual, ya no importa. ¿Merece la pena vivir así?

El barbudo camina. Sucio, distraído. Saca cuentas de algo mientras habla con alguien que no veo. Para él yo no existo. Pasa junto a mí y sigue su camino. Me giro y sigue conversando y contando.

Ayer murió otra mujer. Fue cerca de mi casa. La mató su marido. Suma y sigue. Nada va cambiar hasta que las mujeres espabilen, hasta equilibrar la balanza. Se nos ha olvidado que somos animales y como tal nos comportamos. Eso será así por siempre. Matar ellas primero; la única solución.

-Sabes, hay gente a la que no le gusta lo que escribo. Me dicen que no pueden leerlo. Les resulta todo muy… real.

-Ahh, si claro. Es muy duro saber que existen esas cosas. Hoy en día, a la gente no le gusta eso.

-¿El qué?

-La realidad.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Sabiduría

Vamos a desayunar, me dijo Alex. Claro, me vendrá bien un cortado para la resaca. Bar de residuos de un intenso viernes noche. Borrachos, borrachas y niñatos drogados. Alex pide de comer, yo sólo bebo café. A mi derecha se sienta un fulano de cara ajada y destilando alcohol. En su mano izquierda observo los tatuajes de presidiario. Hablamos.
-Te das cuenta, tu que tienes pinta de haber vivido, lo capullo que puede llegar a ser un tío- le digo al fulano.
-¿Queeee?- me contesta con voz ronca y aletargada.
-Si, ya sabes, lo que llevo un rato diciéndole a este tío, que no está aprovechando las oportunidades. Él que tiene la luz verde.
-Ahh eso. Te voy a decir una cosa, yo que he sido el mayor hijoputa con las mujeres, no no no por maltrato, sino simplemente por hijoputa: folla todo lo que puedas. Tooodo. Después de eso, no queda nada. Alcohol, peleas, depresión y soledad. Folla todo lo que puedas, desgástate amigo…- hablaba y hablaba. Alex quería marcharse. ¡Coño, espera y escucha! Quizá aprendas algo, o al menos a saber como no cagarla. Y siguió así durante un rato. Nos describió como había sido y era su vida. Pero su mensaje estaba claro: disfruta los buenos momentos porque la vida está llena de miserias. Mírame a mí ahora, decía, mírame. ¿Lo entiendes verdad?
Suficiente por hoy. Ya se había hecho tarde para mí y más aún para quién me esperaba. Nos despedimos del fulano mientra me pedía si lo invitaba a un cubata. ¡Claro! Tributo suficiente por un rato de sabiduría de barra de bar. Pero antes de irnos, el tipo miró a Alex con atención y mirada ebria, recordándole brevemente los consejos. Alex asentía. -… La vida tiene poco buenos momentos joder. Ya sabes lo que hay: aquí pan y en el cielo biscochones.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Recordando

Era por la mañana. Despertó, mareado y convulso. Su cuerpo vetusto y derrotado se hallaba envuelto irregularmente por las sábanas sucias de la cama, simulando la continuación de su piel. Miró a su alrededor y todo el paisaje parecía desdibujado, deforme y desordenado. Sabía que algo extraño había ocurrido. Echó de menos la presencia de su mujer a su lado, pues habían compartido lecho durante las noches de los últimos cuarenta años. Intentando incorporarse con enorme sacrificio, permanecieron sus manos inmóviles a tal esfuerzo, como selladas por las sábanas. Alguna sustancia le impedía despegarlas de ellas. Fijando su vista a la derecha, advirtió la presencia de una botella vacía de whisky y la de su inseparable bastón en el suelo, cubierto éste último por una espesa capa de sangre y algún otro elemento viscoso. Fue entonces cuando recordó lo que había sucedido la tarde del día anterior.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Elección

(...) Me atormentaba tratando de entender si era posible intentar comprender, descubrir, saber, sin ser devorado, triturado. O si la elección era entre conocer y comprometerse, o ignorar, y, de ese modo, poder vivir tranquilamente. Acaso solo quedaba olvidar, no ver. Escuchar la versión oficial de las cosas, intuir solo de manera distraída y reaccionar con un lamento. Me preguntaba si podía existir algo que fuese capaz de posibilitar una vida feliz, o acaso habría de limitarme a renunciar a los sueños de emancipación y de libertades anárquicas, y lanzarme a la arena, meterme una semiautomática en los calzoncillos y empezar a hacer negocios, negocios de verdad. (...)

martes, 26 de octubre de 2010

El hostal de los horrores

Secuestrado, amenazado, atado a una cama, torturado y degollado. Ese fue el calvario que padeció durante los últimos días de su vida la persona cuyo esqueleto fue encontrado a finales del mes de agosto en una de las habitaciones de la tercera planta de la céntrica pensión Padrón de Santa Cruz de Tenerife. (...)

jueves, 21 de octubre de 2010

Identidad ficticia

En la opacidad de la habitación y con la luz tenue de la mañana, Andrés enciende su ordenador. Entra en la lista de contactos de su red social. La mayoría de ellos son jovencitos de quince o dieciséis años, no como él que acaba de cumplir los cincuenta y seis. Por supuesto, su identidad es ficticia: en la red tiene quince años. Va en busca de su amigo favorito, Juan Pedro, de quince años, deportista. Accede al álbum de fotos, pinchando una en la que aparece Juan Pedro en la playa, con el torso inberve desnudo y boca arriba tumbado sobre la arena. La mirada lasciva de Andrés escruta hasta la locura cada detalle de la foto, en un irrefrenable impulso enfermizo. Entonces aparta hacia un lado las braguitas que lleva puestas, saca su polla de ellas y comienza a darle al asunto. Arriba y abajo, arriba y abajo. Más y más rápido, asomando levemente un baba espumosa por la comisura de sus labios. Arriba y abajo, arriba y... Aaahhh. Termina, depositándolo todo irregularmente en el suelo, dejando caer pesadamente su cuerpo contra el respaldo de la silla. Andrés cierra fuerte sus ojos, intentando dejar su mente en blanco. Pero mientras lo hace, resbalan lentamente dos lágrimas por sus afiladas y temblorosas mejillas. Permanece así unos minutos hasta que, incorporándose bruscamente observa su reloj: ya es la hora de marcarse. Con prontitud, limpia minuciosamente el semen del piso y abre el armario de la habituación. Saca la sotana de los domingos y se viste. Recoge lo necesario y sale de casa. Diríase que no quiere llegar tarde a dar la misa del día.

domingo, 17 de octubre de 2010

¿Benditos o malditos?

Benditas sean las bajas pasiones
que no se rajan cuando pintan sables,
los labios que aprovechan los rincones
más olvidados, más inolvidables.

Bendito sea el libro de la calle,
los viejecitos verdes con petaca,
las medias con costura, qué detalle,
los quitapenas que dejan resaca,

las marujitas que pierden al bingo,
los descendientes de los animales,
los miércoles con ropa de domingo,

los adustos, los dandys insolventes,
los justos que parecen subnormales,
los iguales a mí, los diferentes.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Para escribir... según J. Fante

(...) No me extrañaba que entendiera a mis perros y no a mis hijos. No me extrañaba que ya no fuera capaz de terminar una novela. Para escribir se ha de amar y para amar se ha de comprender. No volvería a escribir hasta que entendiera a Jamie, a Dominic, a Denny y a Tina, y cuando los comprendiera y los quisiera, amaría a toda la humanidad y mi implacable concepción del mundo se dulcificaría ante la belleza que me rodeaba, y fluiría tan suave como la electricidad por mis dedos y en el papel. (...)

lunes, 20 de septiembre de 2010

Decadente destino

Errático y ridículo va el paseante con sus ideales, arrastrando inseguro su anciano cuerpo en tierra hostil. Vestido de traje blanco, envuelto en su maliciosa sonrisa mientras su imperio se desmorona; emblema brillante, altivo, descarnado. Nada ha cambiado. Sus palabras huecas caen al vacío junto a su arrepentimiento embustero. Esta ya no es la era del perdón, del olvido… ni de la otra mejilla. La mierda ha salido a flote para no desaparecer. No habrá clemencia. Las almas atormentadas claman venganza. El único destino de la institución será desaparecer, morir, morir, morir…

jueves, 9 de septiembre de 2010

Calmando la sed

Bébete la copa, Nicole
le dijo con severidad
pero ya no podía beber.

Insistió: le repitió
¡bébetela!, y ella no
respondió.

Su rostro contraído miró
al suelo, observándose a sí
misma, abatida, triste.

Él supuso que ya no le
apetecía, pues había calmado su sed
tragándose sus lágrimas.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Leaving Las Vegas

¿Eres deseable? ¿Eres irresistible? Si bebieras conmigo bourbon. Si pudieras sentir el picante de tu boca al besarme y sentir tu cuerpo desnudo oliendo a bourbon mientras follamos. Me vendría bien y así aumentaría mi estima por ti. Si derramaras bourbon sobre tu cuerpo diciéndome: bebete esto. Si te abrieras de piernas y el bourbon fluyera por tu pechos y tu coño y dijeras: bebetelo, entonces podría enamorarme de ti porque entonces tendría un buen motivo para limpiarte y eso ¡esssssso!, demostraría que sirvo para algo. Te lamería entera para que pudieras irte a follar con otro.

sábado, 28 de agosto de 2010

El futuro

Al salir de casa, Román olvida tomarse las pastillas, olvida tomarse las pastillas, olvida. Lleva el dinero justo para dos whiskys con agua; monedas sueltas. Tintineo metálico en el mármol de la barra del cutre bar, tintineo cristalino del hielo al golpear el vaso vacío, el whisky deslizándose… ansiedad, expectación. Su mirada vidriosa y sin vida observa impaciente el final de la operación. Traga. Román traga con fuerza, ahogando su angustia. Olvidó sus pastillas, el mundo, su vida. Bebe y termina su primera copa. Su puño vibrante guarda inseguro el importe de la segunda. El futuro: su segundo whisky del día. Tintineo metálico en el mármol de la barra del cutre bar…

sábado, 21 de agosto de 2010

Te regalan

Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan -no ñp saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia a comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.

Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj - Historias de Cronopios y de Famas
Julio Cortázar

jueves, 12 de agosto de 2010

El sordo

No había nada mejor que hacer en ese momento, así que F y yo fuimos a tomar unas cervezas. Llegamos al bar. Hacía mucho calor. Estábamos aturdidos así que tampoco la situación sugería mantener una conversación interesante o productiva. Comentábamos el tiempo y esas cosas. Banalidades. Pero la camarera si tenía ganas de hablar, así que inició y llevó el peso de una conversación. Entre tragos cortos de helada cerveza, nos hablaba de su hijo recién nacido, de su perro y lo feliz y contenta que estaba. A F no le interesaba la charla. Se hacía el interesante o el sordo mientras ella habla. Desvía la mirada hacia otro lado en señal de desinterés absoluto. Menosprecia a la camarera por el mero hecho de serlo. Es un imbécil y un presuntuoso que ha construido su imagen sobre una fachada de mentira y egocentrismo. Un niñato de que desprecia sus orígenes, con un apellido sin linaje que actúa como si lo tuviera, creyéndose estar por encima del resto de la humanidad. A veces me resulta muy difícil soportarlo.
La conversación se alarga y él sigue a lo suyo: fumando, distraído. La situación comienza a incomodarme. Me levanto del taburete y saco mi cartera. Pago, nos despedimos y salimos del bar. De camino al trabajo F me comenta:
-Joder, como habla esta tía, que pesada es.
Lo miro a la cara y sonrío cínicamente. Ahora soy yo el que se hace el sordo.

jueves, 29 de julio de 2010

Chéjov reflexionando

(...) Nos hemos acostumbrado a vivir con las esperanzas puestas en el buen tiempo, en la cosecha, en una buena aventura amorosa, con la esperanza de hacernos ricos o de que nos den el cargo de policía, pero las esperanzas de ser más inteligentes yo no las noto en la gente. Pensamos que con el nuevo zar las cosas irán mejor y dentro de doscientos años mejor todavía, pero nadie se preocupa de que este mundo mejor llegue mañana. Por lo general, la vida cada día se hace más complicada y se va moviendo por sí sola no se sabe hacia dónde, y por momentos las gentes son más tontas cada vez y son cada vez más los que se quedan a un lado del camino de la vida (...)

El Pabellón Nº6 - Antón Chéjov
Prólogo de Maxim Gorki

viernes, 23 de julio de 2010

El Sistema

Intento aguantar, sobreponerme. Obviar y olvidar; lo visto, lo vivido, lo imaginado. Pero no puedo, me es imposible. ¿Alguien puede hacerlo? Seguro que sí. La conciencia está hecha sólo para algunos en el mundo de los humanoides salvajes. Sobrevivimos en esta sociedad antinatural y caníbal. Soportamos impávidos la inutilidad, la vanidad, el egoísmo… de nuestra clase política llena de garrapatas humanas de cerebros podridos por la corrupción y la codicia. Y las injusticias, las guerras, la pederastia (con y sin sotanas), el terrorismo, las enfermedades. Pero esta es la sociedad que hemos creado a lo largo de los tiempos, cimentada donde lo espantoso comparte los prejuicios de nuestra existencia. Una sociedad desnaturalizada a la que le han inoculado la estupidez en su ADN. Todo se engloba en El Sistema; la invención de nuevas necesidades, el diseño de nuestro estilo de vida. Todos empleados en el perturbado juego, sometidos a su implacable yugo. ¿Por qué todo cuesta tanto? ¿No debería simplificarse? La gran masa obrera de individuos que subsisten sobre la cinta transportadora de la existencia, encadenados a un trabajo sórdido por continuar activos en el juego. Una hipoteca, los impuestos, el coche nuevo, la ropa de marca. Engordar al lobby financiero; quedar a su merced. Ve y pregúntale a aquel individuo al que tú llamas pordiosero. Sí, al de la barba sucia y descuidada que duerme en el suelo entre cartones meados y vino barato. Oye, ¿estás en el juego? Seguro que si te respondiese te diría que él supo tener visión, sólo que nació en la época equivocada. Ahora tiene que soportar la carga de su existencia.
No me conoces pero por mis letras me estarás etiquetado, me juzgas tachándome de amargado o demente o perturbado. Y quizás tengas razón, porque tarde o temprano, este mundo acaba por convertirnos a todos en locos. Nadie puede salvarse de estar en el juego.

sábado, 17 de julio de 2010

En el barrio

En el barrio, las ratas, las palomas y los gatos quedan para comer. Juntos, todos, al borde de las alcantarillas. Roen, mastican y picotean pan duro, granulado y carne podrida. Se sacuden, agitan, arañan, revolotean por el preciado tesoro que les deja una octogenaria. Cada día esperan pacientes en la misma esquina, como en un ritual primitivo. Cornisas, muros, cables, rejillas; cualquier elemento les sirve de mirador.

7:40; hora de ganarse el pan. Mi coche atraviesa la calle, territorio propiedad de la micro-jungla. Bajo el morro, desaparecen excitadas las palomas ¿Las habré atropellado? No, siempre salen. Hoy hay más que ayer. Siempre hay más que ayer. Siempre más y más. Veo volar junto a las plumas, el polvo y la mierda seca. Mi ventanilla cerrada; menos mal. ¿Fornicarán frenéticamente o acudirán a la cita a través de alguna comunicación animal? Los gatos miran resignados mientras las palomas devoran su festín. Miran como sólo puede observar un animal astuto, esperando a su débil e incauta presa; paloma distraída, paloma perdida, animal muerto. A lo lejos, están los hombrecitos de azul. Funcionarios de la ley y el desorden. Vigilan displicentes los movimientos de la mujer, a la que sólo pueden sancionar. Nada más. Eso hacen. A ella no le importa. Plácidamente recoge la multa y se marcha, sin protestar. La veo alejarse con la cabeza gacha, arrastrando un carro de la compra, con su soledad y su ¿locura? Quizá esto, sólo esto, es lo que la mantiene viva.

Poco a poco, la voy perdiendo de vista. Se aleja, encorvada, empujando el carro de bolsas llenas colgadas a ambos lados y la pesadez que imponen los años. Yo me quedo. Mientras, en el barrio sopla una brusca brisa que mueve hojas, colillas, polvo y plumas que todo lo envuelve. Frente a mí, contenedores vacíos rodeados de escombros, madera y un televisor viejo. Don Paco vigilando el sórdido garaje, desparramado en el viejo sillón, incombustible a pesar de su vejez y acompañado por Marino, con sus ojos impregnados de vivencias e ictericia. A lo lejos, imagino el olor del aliento de los bichos, su vientre satisfecho, incrementando la sensación de encontrarme en las profundidades de una cloaca.

viernes, 9 de julio de 2010

Escribir

(...) Escribir era extraño. Necesitaba escribir, era como una enfermedad, una droga, una fuerte compulsión, sin embargo no me gustaba verme a mí mismo como escritor. Tal vez había conocido a demasiados escritores. Empleaban más tiempo hablando mal unos de otros que en hacer su trabajo. Eran inquietos, cotillas, solteronas; se quejaban, apuñalaban por la espalda y estaban llenos de vanidad. ¿Esos eran nuestros creadores? ¿Siempre fue así? Posiblemente. Tal vez escribir fuese una forma de quejarse. Sólo que algunos se quejaban mejor que otros (...)

viernes, 2 de julio de 2010

El ascensor

Avanzo rápido, mis obligaciones me esperan. Él también me aguarda. Desde dentro sujeta la puerta del ascensor, esperando mi llegada. Entro. Un escueto hola y gracias. Similar respuesta y de nada. La puerta se cierra y busco un hueco en el fondo. Dos pasos. Destino para ambos: planta 0. Origen: planta 3. Extiendo el brazo derecho y pulso el botón. El habitáculo es de unos dos metros cuadrados; imposible respetar espacio vital. Nos separa medio metro de aire, de soledad acompañada. Cara a cara con un desconocido, vidas paralelas, extrañas. Me apoyo del lado izquierdo junto al espejo y quedo frente a él que hace lo mismo. No se quita sus gafas de sol oscuras, ocultando sus ojos, la dirección de su mirada. Yo sí. Ahora las gafas adornan mi cráneo. Nuestras cabezas se inclinan hacia abajo, miran al suelo, a la nada. Intento aparentar relajación pero estoy tenso. El silencio comienza a ser incómodo, pero aún así lo mantenemos. No creo que se inicie ninguna conversación estúpida, insustancial. Bien. Suspiro. Escucho mezclarse el sonido chirriante de las cadenas con mi suave bufido. El desconocido se toca el bolsillo derecho de su pantalón. Suena un leve tintineo; buscaba sus llaves. Por imitación hago lo mismo. Al tacto deduzco que mis llaves no están. Mi móvil sí. Busco en el izquierdo. Las encuentro. Él saca su móvil y pulsa un botón, iluminándose la pantalla. Ninguna novedad. Lo vuelve a guardar. Ambos ejecutamos un ritual rutinario. Por fin llegamos a nuestro destino. El ascensor rebota, se ajusta, se para. Los segundos pesan, se eternizan más que nunca, como si el tiempo se hubiera detenido. Las puertas interiores se abren, vislumbrándose la principal que permanece cerrada. Al otro lado, el viejo mundo y la nueva vida. Un destello de luz externa se proyecta hacia el estrecho habitáculo a través de una pequeña ventana. Nos une la prisa por salir, por escapar de esa barrera invisible de desconexión humana. Espero impaciente a que él se adelante. Lo hace. Empuja firme la puerta con su mano izquierda, saliendo al exterior. Una vez fuera, la sujeta esperado a que yo la alcance. Lo hago. De inmediato se marcha, despidiéndose con una hasta luego. Lo propio por mi parte; adiós vida anónima. Me siento aliviado. Una reconfortante calidez me envuelve; es mi malversada soledad recomponiéndose, retornando a mí. Soy un prisionero que ha recuperado repentinamente su libertad.
El ascensor y su interior, ese lugar en el que nunca un ser humano podrá sentirse tan solo estando tan cerca de alguien.

jueves, 17 de junio de 2010

Pensar

El dolor ha corroído mi alma y la pena se ha fundido a mí ser. Ya forman parte de mí. Para siempre. Estas sensaciones se han interiorizado tan profundamente que me es imposible albergar ningún otro sentimiento o emoción. Zozobro en la penumbra de la angustia mientras me sumerjo en las tinieblas de la depresión. Ya no distingo realidad o ficción. Ni tampoco me importa. Nada me importa. Llevo tanto tiempo hundido en este desgarrador y solitario sentimiento, que sólo soy capaz de vislumbrar un horizonte decadente. El delirio y la locura guían mi destino hacia la muerte. La temida dama está ahí. Siempre ha estado aquí, esperándome, vehemente y siniestra. La siento apasionada abrazarse a mí, incrustándome sus fauces. Me engulle a su incertidumbre. Perdido, estoy perdido en este infinito y lúgubre laberinto.

Mis espejos me mienten. Ese que me mira de frente, no soy yo. Ese no es mi rostro, pálido y funesto. Unos ojos hundidos y tristes que no son míos. Una mueca perpetua de insatisfacción grabada en mi boca. Mentira. Yo no he llevado nunca barba, una barba sucia y descuidada. Se que me mienten, los muy miserables. Si de algo estoy seguro es que ese no soy yo. Este mundo ya no es el mío.

Pero dígame doctor, ¿que puedo hacer? Necesito ayuda, alguien que me oriente, que me muestre la salida de este profundo abismo. Mi cerebro es incapaz de razonar con claridad. Dígame por favor, ¿que puedo hacer?

- Tómese la medicación que le voy a recetar. Le vendrá bien, verá como se encontrará usted mejor.

- Y después doctor, ¿que ocurrirá? ¿Que pasará mañana?

- Usted haga lo que yo le digo y mañana estará mejor. Pero no se olvide de tomar la medicación. Le ayudará a no pensar. No debe usted pensar.

sábado, 12 de junio de 2010

Ideas preconcebidas

(...) Se notaba que su mente estaba llena de ideas preconcebidas, que le había metido sus padres, quienes a su vez las habían recibido de sus antepasados. Nunca tenía ninguna duda, sobre cualquier cosa daba una opinión inmediata y limitada, sin embarazo de ningún género y sin comprender que pudieran existir otros modos de ver. Se notaba que aquella cabeza estaba cerrada, que por ella no circulaba ninguna idea, ideas de esas que renuevan y sanean una mente como el viento que pasa por una casa cuyas puerta y ventanas se abren. (...)

El Diablo - Confesiones de una mujer
Guy de Maupassant

viernes, 4 de junio de 2010

Cuerpos miserables

Prendas de lujo visten cuerpos miserables. Personajes de la clase política canaria, se visten en actos oficiales con vestuario y complementos pagados a precio de oro, con dinero público, nuestro, de todos. Despilfarro: no existe otro adjetivo. Es un suma y sigue constante. Ineptitud e hipocresía es su tarjeta de visita. Su falta de ética, moralidad y vergüenza superan todos los límites racionales. Reclaman y propugnan ejemplo de austeridad y contención del gasto en cargos dispuestos para ello, pero la realidad siempre los deja en evidencia. Mienten, encubren, maquillan y se justifican: gastos que se engloban en el capítulo de atenciones protocolarias y representaciones. Un todo incluido que se extrae de los Presupuestos de la Comunidad Autónoma. Se fiscalizan, son legales... pura falsedad. Corrupción moderna, de guante blanco.

Pueblo necio que pague su precio. Cambio, esta tierra grita cambio. Urge, es necesario, vital. Ya es indispensable. Pero sin memoria ni voluntad ningún pueblo avanza. No hay nada más que temer que al miedo mismo. Miedo al cambio.

miércoles, 2 de junio de 2010

Ser Canario

Domingo día 30 de mayo de 2010. Recibo en mi móvil el siguiente mensaje:

"Hoy es un gran día para los canarios, se q la de hoy no es una celebración como la de otros años, pero si algo he descubierto es q el sentimiento y el sentido de la canariedad permanece intacto. Solo por eso merece la pena felicitarnos y recordar q somos un pueblo q nos crecemos ante las adversidades. Feliz Día de Canarias"

Martes día 1 de junio de 2010. Viñeta de Padylla en La Opinión de Tenerife:


La momia, a pesar de llevar muerta muchos años, creo que está más cerca de la realidad de Canarias.

Y para tí, ¿que es Ser Canario?

martes, 25 de mayo de 2010

Misterios del cerebro humano

(...) Cómo llegué a ese estado ni yo mismo lo sé. Supongo que lo único que separa a un loco de un cuerdo es el asesinato, y aunque esta teoría no la tengo del todo definida, se podría decir que algo loco, por tanto, estoy. ¿Pero acaso no hubiera sido más terrible envejecer como desconocidos, o peor aún, huir dejándola con el corazón destrozado el resto de su vida?
Duerme, mi amor, duerme, le dije, y agarré la almohada. Apenas un bostezo le dio tiempo a soltar y apreté con todas mis fuerzas. Sus piernas se movían como la cola de un lagarto que es separada del cuerpo. Sus débiles brazos dibujaban figuras en el aire antes de golpear mi espalda sin mucho convencimiento. Resultó sencillo hasta el punto de pensar que quizá, en un postrero signo de lucidez, mi querida esposa no opuso más resistencia porque entendió que yo estaba haciendo lo correcto, lo mejor para los dos. Y es curioso, pero cuando levanté la almohada de su cara, la vi bella como tiempo atrás, hermosa diría, ¡cuánto misterio esconde el cerebro humano, cuánto misterio! (...)

Ensalada de Canónigos - Duerme, mi amor, duerme
JRamallo

sábado, 22 de mayo de 2010

Perdido

En los pubs de Santa Cruz, los modernos se unen y multiplican. Se sienten protagonistas. Son los intérpretes ficticios de la noche. Disfrutan. Se gustan. Escuchan al DJ crear basura mientras se siente idolatrado; un Divo nocturno. Para mí no es más que mierda que retumba en mis oídos, que me daña. Palmaditas en la espalda y un eh que se oye, que yo lo conozco y es un crack. Vete a cagar.

¿Que significa para un joven masculino de Santa Cruz, ser moderno? Imagina a ese individuo llevando un look similar a un leñador de Minesota; gorra de rejillas y visera doblada en forma de arco, barba perfilada de tres días o bigote, camisa de franela a cuadros y tenis Converse Weapon. Un hortera, pero moderno. Así tendrás una idea aproximada.

Acabo de perderme. Este no es mi sitio. Estoy fuera de lugar, fuera del juego. Ha llegado la hora límite. Cierro la noche disipándome y vagando entre sombras y sus personajes. Bajo el puente Serrador, se hace resumen de existencias. Se mezclan la desdicha y la opulencia. Putas, pijos, borrachos y niñatos. Cada uno representando su historia. Mientras, avanzo junto a mi soledad. Algún taxi me espera en el mercado. Ahora sólo pienso en las horas de sueño perdidas y en los diez euros que me costará la carrera; no me los podré gastar en más alcohol.

domingo, 16 de mayo de 2010

La caja de naranjas

Las mañanas de J en el almacén son eternas, agotadoras y estresantes. Su trabajo consiste en trasportar cajas de alimentos en la carretilla elevadora y llevarlas desde un recinto al otro; desde la cámara frigorífica hasta la entrada trasera del supermercado. Subir y bajar por la rampa que separa ambos lugares, continuamente, durante ocho o nueve interminables horas.

El fatídico día, J debía darse prisa en cargar la mercancía para reponer las estanterías,-en ese instante desnudas-, del supermercado. Había recibido instrucciones precisas de su severo y obtuso jefe: toda la fruta debía estar dispuesta en el lugar correspondiente antes del horario de apertura. En ese momento no había nadie más en el almacén. Sólo él, con su desesperación y su agobio. Por la emisora pidió ayuda a alguna compañera, respondiéndole M, que recién llegada a la empresa, contestó y aceptó la petición de J. Ambos se encaminaron diligentemente hacia la cámara frigorífica, subidos en la carretilla; J conducía y M de acompañante. Colocaron ordenada y minuciosamente la mercancía en la plataforma elevadora hasta que por seguridad, se aconsejaba no incrementar la carga. El transporte de todo lo necesario podía ser realizado de una sola vez, pero les quedó pendiente una caja de naranjas, fruta insustituible en cualquier establecimiento de este tipo. Sin pensarlo demasiado, colocaron una de estas cajas sobre el asiento del copiloto, siendo conocedores que con ello, incumplían las normas. Pero en fin, en la mayoría de las ocasiones, la realidad se contrapone a la teoría y a la ley. M acompañó el trayecto del vehículo a través de la rampa situándose en la parte trasera del mismo, ya que J no debía demorase más aún en la tarea. De inmediato, y al acelerar la carretilla por la pendiente, la caja de naranjas, que no iba sujeta por ningún elemento, cayó al suelo por la parte derecha del vehículo. M que se encontraba a corta distancia. Se acercó despreocupada a recoger todo aquel estropicio, sin percatarse que J había modificado su movimiento, dando marcha atrás a toda velocidad y pensando únicamente que este percance le haría perder aún más tiempo. Así que de súbito, ocurrió el horrible incidente: J había aplastado la caja de naranjas y atropellado a M, pasándole por encima y destrozándole las piernas con los enormes y pesados rodillos de la carretilla. Su cuerpo yacía en el suelo junto a sus piernas catastróficas y los espantosos gritos. En el recinto sólo se escuchaban las desgarradoras peticiones de auxilio y angustia. Poco a poco, acudieron a la espeluznante escena los compañeros de J y M, compartiendo el clamor de chillidos por un dolor inhumano. Mientras tanto, J permanecía al lado de M, paralizado por la visión atroz que sus ojos contemplaban; una imagen horrorosa, abominable. Continuó observándola inmóvil, aterrado tras comprobar que el umbral de dolor que poseía M era infinito. No perdió el conocimiento ni quedó enajenada en ningún instante, mientras su cuerpo se desangraba junto a su piel, músculos y huesos triturados.

El tiempo transcurrió sumido en la eternidad hasta la llegada del personal sanitario. Tras estabilizarla, la ambulancia se dirigió velozmente al hospital más cercano, con la idea de salvar la vida de M. Evidentemente, ya no se podía hacer nada por sus piernas. En el mejor de los casos, quedará traumatizada y tullida de por vida. Mientras se alejaba y todavía con el eco de los horrendos alaridos, continuó J en la misma posición del ya maldito recinto, paralizado y mudo, observando absorto la mezcla de sangre y jugo de naranja que reposaba en el suelo.

viernes, 7 de mayo de 2010

Extraña pareja

Realmente formaban ambos una extraña pareja, joven y primitiva. Si en algún momento de la evolución humana se extravió algún eslabón, estoy convencido de que yo lo he encontrado, o simplemente, se cruzaron en mi camino.
Él es el más primario de los dos. Bajito, casi enano, de cara ruda, manos curtidas en trabajos duros y de ojos hundidos en un rostro con excesivas líneas rectas. Ella tenía la cara redondeada, casi sin expresión, como envuelta en una gran masa de cebo que desiste frente a la ley de la gravedad. Sus enormes pechos le caían como ubres de una cabra sin ordeñar y su pelo era liso, grasiento y descuidado. Ambos vestían con aspecto de haber comprado la ropa en un rastrillo de antigüedades, una o dos tallas mayor de la necesaria. En fin, que tenían más apariencia de primates que de personas. Y ahí estaban, con sus dos hijos pequeños junto a mí, esperando en una cola para comprar pan, subsistiendo inútilmente, bramando escandalosamente en su idioma cavernícola y desquiciados por la hiperactividad de los niños. Se gritan, se comunican y se entienden a su modo. Y yo, en medio de sus chillidos, empujones y estupidez, aprendiendo que para situaciones como esta, hay que estar debidamente instruido en la alimentación y fortalecimiento de la paciencia. Porque de lo contrario, sería muy fácil recurrir a la violencia o enfermar inútilmente de los nervios.

viernes, 30 de abril de 2010

La Sombra

La sombra se acercó a mí de repente, como enojada. De prisa crecía su figura, siniestra e inexacta. El perfil de un humano gordo, hombre o mujer, no lo sé. Su rostro se mostraba borroso, dejando asomar únicamente sus dientes en garra, de color amarillento. Y se acercaba más y más mientras yo permanecía inmóvil, absorto a la vez que aterrado. Era incapaz de mover un sólo músculo. Me atravesó, traspasó mi figura, en ese momento dócilmente frágil. No se detuvo, ni hizo seña alguna, ni siquiera dijo nada. Creo que simplemente siguió su camino y yo estaba en él. Eso creo.

Abro los ojos. Temo observar algo desconocido y que la situación me domine, que sea incontrolable. La oscuridad envuelve toda la habitación. Siento un intenso escalofrío en el pecho que pasa a recorrer todo mi cuerpo. Me estremezco pero sigo inmóvil, paralizado por el aturdimiento. Ya no sé que es realidad o ficción, sueño o pesadilla. Logro girar la cabeza hacia la izquierda. Reconozco mi habitación, mi cama y el cuerpo palpitante de mi mujer a mi lado, respirando armoniosamente tranquilo, ausente, despreocupado. La envidio. Recupero la posición inicial y cierro lo ojos. Intento volver a dormir con la incertidumbre de no comprender lo que ha ocurrido. Pero sólo quiero descansar, esquivar el insomnio, otra noche interminable. Y la oscuridad se vuelve a apoderar de mí, de la habitación, de todo. ¿Alguien habrá querido decirme algo?

martes, 27 de abril de 2010

Recuerdos

(...) -Qué habrá después de la muerte, m´hijo?- me preguntó.
-Nada, papi- le contesté-. Uno no es más que unos recuerdos que se comen los gusanos. Cuando vos te murás seguirás viviendo en mí que te quiero, en mi recuerdo doloroso, y después cuando yo a mi vez me muera, desaparecerás para siempre..
-¿Y Dios?
-No existe. y si no, mira en torno, por todas partes el dolor, el horror, el hambre y los animales matándose unos a otros. ¡Qué va a existir ese asqueroso!

jueves, 22 de abril de 2010

El poder de la impunidad

La verdad siempre debe salir a flote. Mostrarnos sus tripas, sus más oscuras intimidades.

No voy maquillar ni encubrir la realizad, tu realidad. La necedad debe ponerse en evidencia, por si sola. Desterrar y despreciar el enchufismo. Ésta práctica habitual, ese derecho adquirido y admitido. Favor con favor se paga.

¿Que te equivocaste? Jódete. ¿Que lo malinterpretaste? Jódete. No te voy a cubrir, ni limpiar tu mierda. No voy a volver a pasar por ese aro estrecho. Te crees poderoso, te sientes poderoso, pero siempre has sido un estómago-agradecido. Sólo eso. Nada más. Por eso temes a las ideas, a las palabras. Te aterrorizan.

¡Que pasa, que hoy si me saludas porque llevo traje y corbata! Jódete, vulgar potentado. La valía debe prevalecer. Siempre.

No reivindicas el derecho a equivocarte. No. Error. Exiges el poder equivocarte. Poder. El poder de la impunidad. No es lo mismo. Jódete.

sábado, 17 de abril de 2010

Sueños

La decisión ya está tomada. No lo aguanto más. Mi límite de ingesta y tolerancia de mierda ha llegado a su fin. No soporto su falsedad, sus mentiras. Mentira, su patria la mentira. Es necio, rastrero, manipulador, cobarde, un perfecto hijo de puta sumergido en la superficialidad y la traición. Pero se acabó. Hoy ha llegado el día.

Ahí está el muy cabrón, tras la puerta de cristal, en el rellano de la escalera de incendios. Fuma y habla por el móvil. Distraído, mirando al horizonte, traspasándolo con su cínica y altiva mirada. Abro la puerta, por sorpresa, violentamente. Me observa de soslayo, sin interés. Lo agarro por los hombros y le golpeo en el vientre, blandiéndole mi rodilla. Expulsa todo el aire que contienen sus podridos pulmones, el cigarrillo, el móvil, saliva. Se doblega. Bien. Le atizo nuevamente, esta vez en la cara. Noto el crujir de su pómulo, como ha cedido la piel y el hueso. Mi rodilla se hunde en su rostro tras la embestida. De inmediato cae al suelo, aturdido y aterrorizado. Sus ojos irradian temor y angustia. No dejo que recupere el aliento. Le estrangulo su fétido cuello con mi ira y mis manos. Cada falange, cada metacarpiano, aprieta. Aprietan con fuerza, con rabia. Continuo. Golpeo su cabeza en la puerta de cristal. Lo rompe, la traspasa. Su cuerpo se desmorona hacia el interior del edificio. Frágil y baboso. Su rostro deformado lo cubre un manto de sangre espesa y oscura, insertado en afilados cristales de pequeño tamaño. Sus pupilas se pierden en algún lugar del cráneo mientras convulsiona. Sus ojos en blanco teñidos de rojo. Mis ojos vidriosos y ardientes. La imagen es terriblemente brutal. Me gusta. Lo observo, agonizante y desprotegido. Ha sido como una gran explosión de adrenalina, de cólera. Sus ojos se apagan, su cuerpo se detiene, se apaga. Por fin me relajo. Resoplo un profundo bufido. Sonrío. Me marcho.

Amanece un nuevo día. Me despierto tranquilo, descansado, especialmente aliviado. El insomnio ha decidido esta noche concederme una tregua. Llego pronto al trabajo, atravesando el mismo pasillo monótono y lúgubre del edificio. Al fondo, frente a mí, el rellano de la escalera de incendios. Y allí está, fumando y hablando por el móvil. Ese maldito cabrón, el perfecto prototipo de hipócrita. Que crueldad que los sueños sean sólo eso, sueños.

martes, 13 de abril de 2010

Humor temprano

E y N se conocen hace tiempo. Son cliente y camarera. Me gusta el humor de ambos, negro, cínico. Oír sus conversaciones.
E suele llegar siempre a la misma hora. Temprano, a las siete cuarenta y cinco de la mañana, un poco después de mí. Es un animal de costumbres y hábitos, predecible. Echa un vistazo rápido a la prensa, se toma un barraquito, fuma la mitad de un cigarrillo y se va a trabajar. Todo transcurre en tres minutos. A esa hora yo no tengo mucho de que hablar. Ni ganas. Sólo leo el periódico y escucho, sobre todo escucho.
E entra en el bar. Cumple con su rutina. Dice un buenos días en bajo, con su voz ronca y tomada, fañosa. Se apoya con los dos brazos en la barra, buscando con la mirada a N. N está detrás de una columna. Al escuchar la voz de E, se asoma y va directo a él.
-¡Cuerpo!- dice E al verla.
-Que pasa E, que es lo que quieres- le pregunta N a pesar de saber perfectamente que siempre pide lo mismo.
E suspira y tarda unos segundos en contestar.
-¡Sexo contigo nena!
Sonrío discretamente, sin mirarlos. Después sigo con lo mío, leyendo y escuchando. Envidio el humor de E y N a estas horas.

jueves, 8 de abril de 2010

Pedro Juan y la mierda

(...) -Hay que cuidarse, Agneta. Uno se cuida a sí mismo, pero la posibilidad siempre sigue ahí.
-¿De qué?
-De meterte un balazo en la cabeza.
-Oh.
-A veces es terrible. La materia prima del artista es su propia vida. Eso es tremendo. Un escritor, por ejemplo, tiene que revolver su propia mierda. Y saca cosas de ahí.
-Lo imagino.
-Una persona normal deja que la mierda se seque. Y la olvida. Una persona normal se olvida de todas las mierdas de su vida. De las que le hicieron y de las que hizo. Deja que toda esa mierda sedimente y se seque y ya no apesta más. Pero un artista convierte esa mierda en materia prima. Material de construcción. Hace esculturas, cuadros, canciones, novelas, poemas, cuentos. Todo apestando a mierda fresca.
-Oh, Pedro Juan, ¿Por qué hablas así?


domingo, 4 de abril de 2010

Gracias a Dios no soy creyente


Santa Cruz nocturna, un gran cementerio.
Brisa fresca y murmullo; El fervor religioso se transporta calle abajo. Familias bien vestidas, risueñas, despreocupadas, adoran y veneran dioses y vírgenes. Almas simples sedientas de respuestas y mentiras.
A cien metros un hombre descansa tumbado en un cajero. Boca abajo. La puerta está cerrada. Permanece ajeno al ruido, al frío, a la hipocresía. Lee la hoja de un periódico mientras espera la llegada del sueño. ¿El también creerá en Dios?
-¡Bajen aquí y ayuden!- Se oye gritar desde lejos.
Santa Crucifixión. Cruz. Ficción. Miro a mí alrededor, gente rezando en la puerta de la iglesia. La ciudad sigue siendo un cementerio. Gracias a Dios no soy creyente.

miércoles, 31 de marzo de 2010

Lengua de plata



Cuando entré en el ciber café, sólo habían dos personas sentadas en la terraza y el camarero detrás de la barra. Me acerqué a ella. El camarero estaba de espaldas, frente a la cafetera.
- Hola – digo en voz alta.
Silencio.
Estoy seguro de que me ha oído, así que existen dos opciones: es un puto maleducado o está sordo. Espero sentado en el taburete a que me atienda mientras prepara lentamente dos infusiones. Las lleva a la mesa de la terraza y al pasar por mi lado, me mira de reojo, sin decir nada. De repente, oigo sus pasos detrás de mí.
- Buen hombre, ¿que es lo que uste desea?
- Un cortado natural, oscuro- respondo.
- ¡Claro que sí, con gusto!
En los altavoces suena música lenta, relajante, pero yo sigo alterado, con prisa, no sé porqué.
- Aquí tiene señoll.
- Ok, gracias.
Mientras lo revuelvo, el camarero está frente a mí, a menos de un metro, lavando unos vasos. Permanecemos en silencio, un silencio cómodo, agradable. No hay estupideces ni obviedades que decir.
En dos tragos largos, el cortado está terminado. Me gustó: oscuro como el deseo y dulce como el pecado. Saco un billete y le digo que se cobre. El camarero me mira sorprendido.
- Al parecell tiene uste una lengua de plata- me dice sonriendo.
- ¿Como?
- Si, que tiene que tenell uste una lengua de plata para tragallse en un momento ese cortado ardiendo.
- Bueno si.... es que tengo un poco de prisa- le respondo sin estar muy convencido de lo que digo. En realidad no tengo nada vital que hacer. Es una prisa impuesta, estúpida.
Me da el cambio y las gracias.
- Espero velllo de nuevo por aquí, señoll- dice.
- Por supuesto- respondo. Buen café y lugar ideal para el relax. Que más se puede pedir.
Salgo a la calle y entro en el coche. Lengua de plata. Lengua de plata. Sería un buen nombre para un relato.

lunes, 29 de marzo de 2010

Un nuevo comienzo



Buenas y educadas palabras. Sólo me queda eso. Una despedida cartón-piedra. Fachada, pura fachada. Una forma elegante y rastrera de silenciar a los alborotadores, a los inconformistas, a los que no están dispuestos a formar parte de la gran masa imbécil; la de los borregos dóciles, acomodados y felices en la desidia. Es sencillo sucubir al dinero fácil. Subvención a cambio del silencio. Plataformas de información sometidas al yugo financiero. La cuerda siempre se rompe por el lado más débil.

Hoy emprendo un nuevo comienzo. No estoy dispuesto a vivir de rodillas. Tampoco a morir de pié, todavía no. Queda un largo camino por recorrer y no me van a callar. Así que pónganse todos a cubierto, miserables potentados, dueños de periódicos, políticos... se ha abierto la veda de mi coto de caza. Todos a cubierto, mis dedos aprietan con furia las teclas. Mi odio dispara dardos de veneno.