Bébete la copa, Nicole
le dijo con severidad
pero ya no podía beber.
Insistió: le repitió
¡bébetela!, y ella no
respondió.
Su rostro contraído miró
al suelo, observándose a sí
misma, abatida, triste.
Él supuso que ya no le
apetecía, pues había calmado su sed
tragándose sus lágrimas.
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