Errático y ridículo va el paseante con sus ideales, arrastrando inseguro su anciano cuerpo en tierra hostil. Vestido de traje blanco, envuelto en su maliciosa sonrisa mientras su imperio se desmorona; emblema brillante, altivo, descarnado. Nada ha cambiado. Sus palabras huecas caen al vacío junto a su arrepentimiento embustero. Esta ya no es la era del perdón, del olvido… ni de la otra mejilla. La mierda ha salido a flote para no desaparecer. No habrá clemencia. Las almas atormentadas claman venganza. El único destino de la institución será desaparecer, morir, morir, morir…
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