Intento aguantar, sobreponerme. Obviar y olvidar; lo visto, lo vivido, lo imaginado. Pero no puedo, me es imposible. ¿Alguien puede hacerlo? Seguro que sí. La conciencia está hecha sólo para algunos en el mundo de los humanoides salvajes. Sobrevivimos en esta sociedad antinatural y caníbal. Soportamos impávidos la inutilidad, la vanidad, el egoísmo… de nuestra clase política llena de garrapatas humanas de cerebros podridos por la corrupción y la codicia. Y las injusticias, las guerras, la pederastia (con y sin sotanas), el terrorismo, las enfermedades. Pero esta es la sociedad que hemos creado a lo largo de los tiempos, cimentada donde lo espantoso comparte los prejuicios de nuestra existencia. Una sociedad desnaturalizada a la que le han inoculado la estupidez en su ADN. Todo se engloba en El Sistema; la invención de nuevas necesidades, el diseño de nuestro estilo de vida. Todos empleados en el perturbado juego, sometidos a su implacable yugo. ¿Por qué todo cuesta tanto? ¿No debería simplificarse? La gran masa obrera de individuos que subsisten sobre la cinta transportadora de la existencia, encadenados a un trabajo sórdido por continuar activos en el juego. Una hipoteca, los impuestos, el coche nuevo, la ropa de marca. Engordar al lobby financiero; quedar a su merced. Ve y pregúntale a aquel individuo al que tú llamas pordiosero. Sí, al de la barba sucia y descuidada que duerme en el suelo entre cartones meados y vino barato. Oye, ¿estás en el juego? Seguro que si te respondiese te diría que él supo tener visión, sólo que nació en la época equivocada. Ahora tiene que soportar la carga de su existencia.
No me conoces pero por mis letras me estarás etiquetado, me juzgas tachándome de amargado o demente o perturbado. Y quizás tengas razón, porque tarde o temprano, este mundo acaba por convertirnos a todos en locos. Nadie puede salvarse de estar en el juego.
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