E y N se conocen hace tiempo. Son cliente y camarera. Me gusta el humor de ambos, negro, cínico. Oír sus conversaciones.
E suele llegar siempre a la misma hora. Temprano, a las siete cuarenta y cinco de la mañana, un poco después de mí. Es un animal de costumbres y hábitos, predecible. Echa un vistazo rápido a la prensa, se toma un barraquito, fuma la mitad de un cigarrillo y se va a trabajar. Todo transcurre en tres minutos. A esa hora yo no tengo mucho de que hablar. Ni ganas. Sólo leo el periódico y escucho, sobre todo escucho.
E entra en el bar. Cumple con su rutina. Dice un buenos días en bajo, con su voz ronca y tomada, fañosa. Se apoya con los dos brazos en la barra, buscando con la mirada a N. N está detrás de una columna. Al escuchar la voz de E, se asoma y va directo a él.
-¡Cuerpo!- dice E al verla.
-Que pasa E, que es lo que quieres- le pregunta N a pesar de saber perfectamente que siempre pide lo mismo.
E suspira y tarda unos segundos en contestar.
-¡Sexo contigo nena!
Sonrío discretamente, sin mirarlos. Después sigo con lo mío, leyendo y escuchando. Envidio el humor de E y N a estas horas.
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