En los pubs de Santa Cruz, los modernos se unen y multiplican. Se sienten protagonistas. Son los intérpretes ficticios de la noche. Disfrutan. Se gustan. Escuchan al DJ crear basura mientras se siente idolatrado; un Divo nocturno. Para mí no es más que mierda que retumba en mis oídos, que me daña. Palmaditas en la espalda y un eh que se oye, que yo lo conozco y es un crack. Vete a cagar.
¿Que significa para un joven masculino de Santa Cruz, ser moderno? Imagina a ese individuo llevando un look similar a un leñador de Minesota; gorra de rejillas y visera doblada en forma de arco, barba perfilada de tres días o bigote, camisa de franela a cuadros y tenis Converse Weapon. Un hortera, pero moderno. Así tendrás una idea aproximada.
Acabo de perderme. Este no es mi sitio. Estoy fuera de lugar, fuera del juego. Ha llegado la hora límite. Cierro la noche disipándome y vagando entre sombras y sus personajes. Bajo el puente Serrador, se hace resumen de existencias. Se mezclan la desdicha y la opulencia. Putas, pijos, borrachos y niñatos. Cada uno representando su historia. Mientras, avanzo junto a mi soledad. Algún taxi me espera en el mercado. Ahora sólo pienso en las horas de sueño perdidas y en los diez euros que me costará la carrera; no me los podré gastar en más alcohol.
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