Abro los ojos. Temo observar algo desconocido y que la situación me domine, que sea incontrolable. La oscuridad envuelve toda la habitación. Siento un intenso escalofrío en el pecho que pasa a recorrer todo mi cuerpo. Me estremezco pero sigo inmóvil, paralizado por el aturdimiento. Ya no sé que es realidad o ficción, sueño o pesadilla. Logro girar la cabeza hacia la izquierda. Reconozco mi habitación, mi cama y el cuerpo palpitante de mi mujer a mi lado, respirando armoniosamente tranquilo, ausente, despreocupado. La envidio. Recupero la posición inicial y cierro lo ojos. Intento volver a dormir con la incertidumbre de no comprender lo que ha ocurrido. Pero sólo quiero descansar, esquivar el insomnio, otra noche interminable. Y la oscuridad se vuelve a apoderar de mí, de la habitación, de todo. ¿Alguien habrá querido decirme algo?
La realidad demuestra que la demagogia, la hipocresía y la ignorancia no son patrimonio de ningún grupo concreto.
viernes, 30 de abril de 2010
La Sombra
La sombra se acercó a mí de repente, como enojada. De prisa crecía su figura, siniestra e inexacta. El perfil de un humano gordo, hombre o mujer, no lo sé. Su rostro se mostraba borroso, dejando asomar únicamente sus dientes en garra, de color amarillento. Y se acercaba más y más mientras yo permanecía inmóvil, absorto a la vez que aterrado. Era incapaz de mover un sólo músculo. Me atravesó, traspasó mi figura, en ese momento dócilmente frágil. No se detuvo, ni hizo seña alguna, ni siquiera dijo nada. Creo que simplemente siguió su camino y yo estaba en él. Eso creo.
Abro los ojos. Temo observar algo desconocido y que la situación me domine, que sea incontrolable. La oscuridad envuelve toda la habitación. Siento un intenso escalofrío en el pecho que pasa a recorrer todo mi cuerpo. Me estremezco pero sigo inmóvil, paralizado por el aturdimiento. Ya no sé que es realidad o ficción, sueño o pesadilla. Logro girar la cabeza hacia la izquierda. Reconozco mi habitación, mi cama y el cuerpo palpitante de mi mujer a mi lado, respirando armoniosamente tranquilo, ausente, despreocupado. La envidio. Recupero la posición inicial y cierro lo ojos. Intento volver a dormir con la incertidumbre de no comprender lo que ha ocurrido. Pero sólo quiero descansar, esquivar el insomnio, otra noche interminable. Y la oscuridad se vuelve a apoderar de mí, de la habitación, de todo. ¿Alguien habrá querido decirme algo?
Abro los ojos. Temo observar algo desconocido y que la situación me domine, que sea incontrolable. La oscuridad envuelve toda la habitación. Siento un intenso escalofrío en el pecho que pasa a recorrer todo mi cuerpo. Me estremezco pero sigo inmóvil, paralizado por el aturdimiento. Ya no sé que es realidad o ficción, sueño o pesadilla. Logro girar la cabeza hacia la izquierda. Reconozco mi habitación, mi cama y el cuerpo palpitante de mi mujer a mi lado, respirando armoniosamente tranquilo, ausente, despreocupado. La envidio. Recupero la posición inicial y cierro lo ojos. Intento volver a dormir con la incertidumbre de no comprender lo que ha ocurrido. Pero sólo quiero descansar, esquivar el insomnio, otra noche interminable. Y la oscuridad se vuelve a apoderar de mí, de la habitación, de todo. ¿Alguien habrá querido decirme algo?
martes, 27 de abril de 2010
Recuerdos
(...) -Qué habrá después de la muerte, m´hijo?- me preguntó.
-Nada, papi- le contesté-. Uno no es más que unos recuerdos que se comen los gusanos. Cuando vos te murás seguirás viviendo en mí que te quiero, en mi recuerdo doloroso, y después cuando yo a mi vez me muera, desaparecerás para siempre..
-¿Y Dios?
-No existe. y si no, mira en torno, por todas partes el dolor, el horror, el hambre y los animales matándose unos a otros. ¡Qué va a existir ese asqueroso!
-Nada, papi- le contesté-. Uno no es más que unos recuerdos que se comen los gusanos. Cuando vos te murás seguirás viviendo en mí que te quiero, en mi recuerdo doloroso, y después cuando yo a mi vez me muera, desaparecerás para siempre..
-¿Y Dios?
-No existe. y si no, mira en torno, por todas partes el dolor, el horror, el hambre y los animales matándose unos a otros. ¡Qué va a existir ese asqueroso!
jueves, 22 de abril de 2010
El poder de la impunidad
La verdad siempre debe salir a flote. Mostrarnos sus tripas, sus más oscuras intimidades.
No voy maquillar ni encubrir la realizad, tu realidad. La necedad debe ponerse en evidencia, por si sola. Desterrar y despreciar el enchufismo. Ésta práctica habitual, ese derecho adquirido y admitido. Favor con favor se paga.
¿Que te equivocaste? Jódete. ¿Que lo malinterpretaste? Jódete. No te voy a cubrir, ni limpiar tu mierda. No voy a volver a pasar por ese aro estrecho. Te crees poderoso, te sientes poderoso, pero siempre has sido un estómago-agradecido. Sólo eso. Nada más. Por eso temes a las ideas, a las palabras. Te aterrorizan.
¡Que pasa, que hoy si me saludas porque llevo traje y corbata! Jódete, vulgar potentado. La valía debe prevalecer. Siempre.
No reivindicas el derecho a equivocarte. No. Error. Exiges el poder equivocarte. Poder. El poder de la impunidad. No es lo mismo. Jódete.
No voy maquillar ni encubrir la realizad, tu realidad. La necedad debe ponerse en evidencia, por si sola. Desterrar y despreciar el enchufismo. Ésta práctica habitual, ese derecho adquirido y admitido. Favor con favor se paga.
¿Que te equivocaste? Jódete. ¿Que lo malinterpretaste? Jódete. No te voy a cubrir, ni limpiar tu mierda. No voy a volver a pasar por ese aro estrecho. Te crees poderoso, te sientes poderoso, pero siempre has sido un estómago-agradecido. Sólo eso. Nada más. Por eso temes a las ideas, a las palabras. Te aterrorizan.
¡Que pasa, que hoy si me saludas porque llevo traje y corbata! Jódete, vulgar potentado. La valía debe prevalecer. Siempre.
No reivindicas el derecho a equivocarte. No. Error. Exiges el poder equivocarte. Poder. El poder de la impunidad. No es lo mismo. Jódete.
domingo, 18 de abril de 2010
sábado, 17 de abril de 2010
Sueños
La decisión ya está tomada. No lo aguanto más. Mi límite de ingesta y tolerancia de mierda ha llegado a su fin. No soporto su falsedad, sus mentiras. Mentira, su patria la mentira. Es necio, rastrero, manipulador, cobarde, un perfecto hijo de puta sumergido en la superficialidad y la traición. Pero se acabó. Hoy ha llegado el día.
Ahí está el muy cabrón, tras la puerta de cristal, en el rellano de la escalera de incendios. Fuma y habla por el móvil. Distraído, mirando al horizonte, traspasándolo con su cínica y altiva mirada. Abro la puerta, por sorpresa, violentamente. Me observa de soslayo, sin interés. Lo agarro por los hombros y le golpeo en el vientre, blandiéndole mi rodilla. Expulsa todo el aire que contienen sus podridos pulmones, el cigarrillo, el móvil, saliva. Se doblega. Bien. Le atizo nuevamente, esta vez en la cara. Noto el crujir de su pómulo, como ha cedido la piel y el hueso. Mi rodilla se hunde en su rostro tras la embestida. De inmediato cae al suelo, aturdido y aterrorizado. Sus ojos irradian temor y angustia. No dejo que recupere el aliento. Le estrangulo su fétido cuello con mi ira y mis manos. Cada falange, cada metacarpiano, aprieta. Aprietan con fuerza, con rabia. Continuo. Golpeo su cabeza en la puerta de cristal. Lo rompe, la traspasa. Su cuerpo se desmorona hacia el interior del edificio. Frágil y baboso. Su rostro deformado lo cubre un manto de sangre espesa y oscura, insertado en afilados cristales de pequeño tamaño. Sus pupilas se pierden en algún lugar del cráneo mientras convulsiona. Sus ojos en blanco teñidos de rojo. Mis ojos vidriosos y ardientes. La imagen es terriblemente brutal. Me gusta. Lo observo, agonizante y desprotegido. Ha sido como una gran explosión de adrenalina, de cólera. Sus ojos se apagan, su cuerpo se detiene, se apaga. Por fin me relajo. Resoplo un profundo bufido. Sonrío. Me marcho.
Amanece un nuevo día. Me despierto tranquilo, descansado, especialmente aliviado. El insomnio ha decidido esta noche concederme una tregua. Llego pronto al trabajo, atravesando el mismo pasillo monótono y lúgubre del edificio. Al fondo, frente a mí, el rellano de la escalera de incendios. Y allí está, fumando y hablando por el móvil. Ese maldito cabrón, el perfecto prototipo de hipócrita. Que crueldad que los sueños sean sólo eso, sueños.
Ahí está el muy cabrón, tras la puerta de cristal, en el rellano de la escalera de incendios. Fuma y habla por el móvil. Distraído, mirando al horizonte, traspasándolo con su cínica y altiva mirada. Abro la puerta, por sorpresa, violentamente. Me observa de soslayo, sin interés. Lo agarro por los hombros y le golpeo en el vientre, blandiéndole mi rodilla. Expulsa todo el aire que contienen sus podridos pulmones, el cigarrillo, el móvil, saliva. Se doblega. Bien. Le atizo nuevamente, esta vez en la cara. Noto el crujir de su pómulo, como ha cedido la piel y el hueso. Mi rodilla se hunde en su rostro tras la embestida. De inmediato cae al suelo, aturdido y aterrorizado. Sus ojos irradian temor y angustia. No dejo que recupere el aliento. Le estrangulo su fétido cuello con mi ira y mis manos. Cada falange, cada metacarpiano, aprieta. Aprietan con fuerza, con rabia. Continuo. Golpeo su cabeza en la puerta de cristal. Lo rompe, la traspasa. Su cuerpo se desmorona hacia el interior del edificio. Frágil y baboso. Su rostro deformado lo cubre un manto de sangre espesa y oscura, insertado en afilados cristales de pequeño tamaño. Sus pupilas se pierden en algún lugar del cráneo mientras convulsiona. Sus ojos en blanco teñidos de rojo. Mis ojos vidriosos y ardientes. La imagen es terriblemente brutal. Me gusta. Lo observo, agonizante y desprotegido. Ha sido como una gran explosión de adrenalina, de cólera. Sus ojos se apagan, su cuerpo se detiene, se apaga. Por fin me relajo. Resoplo un profundo bufido. Sonrío. Me marcho.
Amanece un nuevo día. Me despierto tranquilo, descansado, especialmente aliviado. El insomnio ha decidido esta noche concederme una tregua. Llego pronto al trabajo, atravesando el mismo pasillo monótono y lúgubre del edificio. Al fondo, frente a mí, el rellano de la escalera de incendios. Y allí está, fumando y hablando por el móvil. Ese maldito cabrón, el perfecto prototipo de hipócrita. Que crueldad que los sueños sean sólo eso, sueños.
miércoles, 14 de abril de 2010
martes, 13 de abril de 2010
Humor temprano
E y N se conocen hace tiempo. Son cliente y camarera. Me gusta el humor de ambos, negro, cínico. Oír sus conversaciones.
E suele llegar siempre a la misma hora. Temprano, a las siete cuarenta y cinco de la mañana, un poco después de mí. Es un animal de costumbres y hábitos, predecible. Echa un vistazo rápido a la prensa, se toma un barraquito, fuma la mitad de un cigarrillo y se va a trabajar. Todo transcurre en tres minutos. A esa hora yo no tengo mucho de que hablar. Ni ganas. Sólo leo el periódico y escucho, sobre todo escucho.
E entra en el bar. Cumple con su rutina. Dice un buenos días en bajo, con su voz ronca y tomada, fañosa. Se apoya con los dos brazos en la barra, buscando con la mirada a N. N está detrás de una columna. Al escuchar la voz de E, se asoma y va directo a él.
-¡Cuerpo!- dice E al verla.
-Que pasa E, que es lo que quieres- le pregunta N a pesar de saber perfectamente que siempre pide lo mismo.
E suspira y tarda unos segundos en contestar.
-¡Sexo contigo nena!
Sonrío discretamente, sin mirarlos. Después sigo con lo mío, leyendo y escuchando. Envidio el humor de E y N a estas horas.
E suele llegar siempre a la misma hora. Temprano, a las siete cuarenta y cinco de la mañana, un poco después de mí. Es un animal de costumbres y hábitos, predecible. Echa un vistazo rápido a la prensa, se toma un barraquito, fuma la mitad de un cigarrillo y se va a trabajar. Todo transcurre en tres minutos. A esa hora yo no tengo mucho de que hablar. Ni ganas. Sólo leo el periódico y escucho, sobre todo escucho.
E entra en el bar. Cumple con su rutina. Dice un buenos días en bajo, con su voz ronca y tomada, fañosa. Se apoya con los dos brazos en la barra, buscando con la mirada a N. N está detrás de una columna. Al escuchar la voz de E, se asoma y va directo a él.
-¡Cuerpo!- dice E al verla.
-Que pasa E, que es lo que quieres- le pregunta N a pesar de saber perfectamente que siempre pide lo mismo.
E suspira y tarda unos segundos en contestar.
-¡Sexo contigo nena!
Sonrío discretamente, sin mirarlos. Después sigo con lo mío, leyendo y escuchando. Envidio el humor de E y N a estas horas.
jueves, 8 de abril de 2010
Pedro Juan y la mierda
(...) -Hay que cuidarse, Agneta. Uno se cuida a sí mismo, pero la posibilidad siempre sigue ahí.
-¿De qué?
-De meterte un balazo en la cabeza.
-Oh.
-A veces es terrible. La materia prima del artista es su propia vida. Eso es tremendo. Un escritor, por ejemplo, tiene que revolver su propia mierda. Y saca cosas de ahí.
-Lo imagino.
-Una persona normal deja que la mierda se seque. Y la olvida. Una persona normal se olvida de todas las mierdas de su vida. De las que le hicieron y de las que hizo. Deja que toda esa mierda sedimente y se seque y ya no apesta más. Pero un artista convierte esa mierda en materia prima. Material de construcción. Hace esculturas, cuadros, canciones, novelas, poemas, cuentos. Todo apestando a mierda fresca.
-Oh, Pedro Juan, ¿Por qué hablas así?
-¿De qué?
-De meterte un balazo en la cabeza.
-Oh.
-A veces es terrible. La materia prima del artista es su propia vida. Eso es tremendo. Un escritor, por ejemplo, tiene que revolver su propia mierda. Y saca cosas de ahí.
-Lo imagino.
-Una persona normal deja que la mierda se seque. Y la olvida. Una persona normal se olvida de todas las mierdas de su vida. De las que le hicieron y de las que hizo. Deja que toda esa mierda sedimente y se seque y ya no apesta más. Pero un artista convierte esa mierda en materia prima. Material de construcción. Hace esculturas, cuadros, canciones, novelas, poemas, cuentos. Todo apestando a mierda fresca.
-Oh, Pedro Juan, ¿Por qué hablas así?
lunes, 5 de abril de 2010
domingo, 4 de abril de 2010
Gracias a Dios no soy creyente
Santa Cruz nocturna, un gran cementerio.
Brisa fresca y murmullo; El fervor religioso se transporta calle abajo. Familias bien vestidas, risueñas, despreocupadas, adoran y veneran dioses y vírgenes. Almas simples sedientas de respuestas y mentiras.
A cien metros un hombre descansa tumbado en un cajero. Boca abajo. La puerta está cerrada. Permanece ajeno al ruido, al frío, a la hipocresía. Lee la hoja de un periódico mientras espera la llegada del sueño. ¿El también creerá en Dios?
-¡Bajen aquí y ayuden!- Se oye gritar desde lejos.
Santa Crucifixión. Cruz. Ficción. Miro a mí alrededor, gente rezando en la puerta de la iglesia. La ciudad sigue siendo un cementerio. Gracias a Dios no soy creyente.
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