Un pequeño bar, sábado por la noche,
no habían mesas libres. Escribía un poema en una servilleta cuando
advirtió frente a él ese gesto con la barbilla. Se giró y lo vio: gordo,
pelo grasiento y cara pálida amarillenta, que también estaba
escribiendo algo en un papel plegado mientras degustaba una copa de
ginebra, manteniendo a la vez una conversación con alguien. No había
nadie, pero sus profundos ojos negros miraban firmes al frente.
La
música estaba alta y no le permitió escuchar lo que estaba diciendo; no
sabía si estaba hablando en voz alta o simplemente movía los labios,
aunque pudo intuir por la expresividad de su boca, que se trataba de una
discusión.
Quizás no tenga
amistades ni familia y a consecuencia de algún acontecimiento
traumático, ha debido transformar su realidad, creando así una especie
de amigo invisible. Es la fiel imagen que refleja la soledad.
Entonces,
permaneció observándolo durante unos segundos para finalmente, recobrar
su posición inicial. Luego miró las sillas vacías que tenía delante y
dio un profundo sorbo a su botella de cerveza, continuando así con lo
que estaba haciendo.
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