La realidad demuestra que la demagogia, la hipocresía y la ignorancia no son patrimonio de ningún grupo concreto.

lunes, 30 de abril de 2012

martes, 24 de abril de 2012

Hola, soy escritor


(...) 

-Mira -le dije-, quiero hablar contigo.
Cruzó las piernas.
-Soy escritor -dije-. Estoy acumulando material para un libro.
-Ya sabía que eras escritor -me dijo-. O agente de comercio, o algo por el estilo. Respiras espiritualidad, cariño. 
-Pues sí, soy escritor. Me gustas y esas cosas. Estás buena y me gustas. Pero antes quisiera hablar contigo.
Se enderezó.
-¿No tienes dinero, cariño?
Dinero, je je je,. Lo saqué, saqué el fajo de dólares prieto y pequeño. Pues claro que tenía dinero, montañas de dinero, esto no es más que una muestra insignificante, el dinero no es un problema, el dinero no significa nada para mí. (...) 

Pregúntale al polvo
John Fante

viernes, 20 de abril de 2012

Hasta el amanecer

De la misma forma que se nace para morir,
y que la eternidad se alcanza
en un segundo de heroísmo.
Soy testigo de una curación milagrosa,
el alcohol limpia mis heridas,
y me impide verte...


lunes, 16 de abril de 2012

La pena (Celine III)


(...) Más vale no hacerse ilusiones, la gente nada tiene que decirse, sólo se habla de sus propias penas, está claro. Cada cual a lo suyo, la tierra para todos. Intentan deshacerse de su pena para pasársela al otro, en el momento del amor, pero no da resultado y, por mucho que hagan, la conservan entera, su pena, y vuelven a empezar, intentan otra vez endosársela a alguien. (...)

(...) pero todo el mundo sabe, verdad, que no es cierto y que te la has guardado pura y simplemente para ti solito. Como te vuelves cada vez más feo y repugnante con ese juego, al envejecer, ya ni siquiera puedes disimularlo, tu pena, tu fracaso, acabas con la cara cubierta de esa fea mueca que tarda veinte, treinta años y más en subir, por fin, del vientre al rostro. Para eso sirve, y para eso sólo, un hombre, una mueca, que tarda toda una vida en fabricarse y ni siquiera llega siempre a terminarla, de tan pesada y complicada que es, la mueca que habría de poner para expresar toda su alma de verdad sin perderse nada. (...)

Viaje al fin de la noche
Louis-Ferdinand Céline

domingo, 8 de abril de 2012

La tragedia de Goyo


(...) Una mañana, aún no había amanecido, unos golpes en la puerta le despertaron. Tres hombres hablaban con Eloísa cuando Goyo llegó al porche. No pudo escuchar la conversación, las voces eran quedas y solo observó sus rostros, sus expresiones faciales envueltas en un murmullo que no pudo identificar con palabra alguna.
Tras parar unos instantes sus pensamientos y casi pronunciando estas palabras en voz de confesión se dijo: "Recuerdo que madre los despidió y sin mediar palabra me abrazó, acarició mi pelo y me miró fijamente a los ojos como nunca lo había hecho antes, diciéndome con los suyos cosas profundas, cosas de su interior que no supe comprender. Tomamos café de pie, ella en sus pensamientos y yo en los míos. En ese momento supe que la tragedia estaba servida". (...)

(...) La letra era de Eloísa. La reconoció al instante. Era una letra hecha con lentitud y fuerza. La letra del que no tiene soltura al escribir. Del que le cuesta a veces hasta comprender que eso que ha escrito es igual a la palabra que suena en su oído. Que no asocia por desconocimiento. Que no ha ido mucho a la escuela. Que apenas sabe leer y escribir. Los tenía en esa cajita y, Goyo estaba seguro, que en más de una ocasión la abriría y se recrearía en las formas escritas, recordando sus rostros, sus caritas de niños. (...)

Goyo Gómez (Ediciones Idea 2011)
Ana Padilla

martes, 3 de abril de 2012

domingo, 1 de abril de 2012

Prejuicios sociales


La puerta se abre. Asoma un cuerpo, mujer. Pide permiso para entrar. Le hago un gesto con la mano y avanza hacia mí. Se sienta, silla izquierda. Me da su DNI; uñas sucias, cuarenta y tres años. Levanto la vista y observo su pelo alborotado de dos colores. Con el pulso vibrante se desabrocha la cremallera de su roída chaqueta de piel de imitación. Desprende perfume barato, dulzón. Bajo la chaqueta se escondía una camiseta de asillas, corta, estampado de leopardo. Saca de su bolso un papel arrugado. Lo extiende. Me dice con voz ronca y ebria que le enviamos una carta. Su aliento destila bebida blanca. Afirmo con la cabeza. Explicaciones. No está de acuerdo. Saco un impreso para que lo rellene. Dubitativa, afirma que no tiene sus gafas de cerca. Observo sus ojos: ictericia. Dejo que se lleve el documento para que lo rellene en su casa. Lo dobla e introduce en su bolso; papel vibrante. Se levanta, oscila, se despide en un caminar irregular. Siguiente. Hombre, calculo de unos cincuenta. Traje y corbata. Impostadas y fingidas buenas formas. Se acerca a mi mesa. Señalo la silla izquierda que está retirada y se sienta. Afeitado, piel hidratada, perfume denso, afrutado. Abre la boca pero no dice nada. Mira su entrepierna y pone cada de asco. Cambia de silla y me pregunta si la mujer que acababa de salir estuvo entada en la silla de la izquierda. Afirmo con la cabeza. Me hace la consulta, lo atiendo sin ganas.


Paréntesis (Ediciones Idea 2012)
Hosmán Amin Torres