La realidad demuestra que la demagogia, la hipocresía y la ignorancia no son patrimonio de ningún grupo concreto.

lunes, 3 de septiembre de 2012

¿Dónde está mi cabeza?


I

Antes de despertar, ofrecióse a mi espíritu el horrible caso en forma de angustiosa sospecha, como una tristeza hondísima, farsa cruel de mis endiablados nervios, que suelen desmadrarse con trágico humorismo. Desperté; no osaba moverme, no tenía valor para reconocerme y pedir a los sentidos la certificación material de lo que ya tenía en mi alma todo el valor del conocimiento. Por fin pudo más la curiosidad que el terror; alargué mi mano, me toqué, palpé... Imposible exponer mi angustia cuando pasé la mano de un hombro a otro sin tropezar en nada... El espanto me impedía tocar la parte, no diré dolorida, pues no sentía dolor alguno..., la parte que aquella increíble mutilación dejaba al descubierto... Por fin, apliqué mis dedos a la vértebra cortada como un troncho de col; palpé los músculos, los tendones, los coágulos de sangre, todo seco, insensible, tendiendo a endurecerse ya, como espesa papilla que al contacto con el aire se acartona... Metí el dedo en la tráquea, tosí... Métilo también en el esófago, que funcionó automáticamente queriendo tragármelo...; recorrí el circuito de piel de afilado borde... Nada, no cabía dudar ya. El infalible tacto daba fe de aquel horroroso, inaudito hecho. Yo, yo mismo, reconociendome vivo, pensante y hasta en perfecto estado de salud física, no tenía cabeza.

(...)

¿Dónde está mi cabeza? (Antología del cuento literario, Editorial Alhambra)
Benito Pérez Galdós

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