La realidad demuestra que la demagogia, la hipocresía y la ignorancia no son patrimonio de ningún grupo concreto.

viernes, 9 de diciembre de 2011

Preferiría no hacerlo


(...) Mis primeras emociones habían sido de melancolía pura y de piedad sincerísima; pero, a medida que la soledad de Bartleby fue creciendo en mi imaginación, esa misma melancolía se fundió en temor, y la piedad en repulsión. Es cierto, y a la vez terrible, que, hasta cierto punto, el pensamiento o la contemplación de la miseria despierta en nosotros los mejores sentimientos; pero, en ciertos casos especiales, una vez rebasado ese punto, ya no es así. Se equivocan los que afirman que, invariablemente, esto se debe al egoísmo inherente al corazón del hombre. Más bien procede de una cierta ausencia de esperanza para remediar un mal orgánico y excesivo. (...)

(...) Dejando de lado otras consideraciones más elevadas, la caridad muchas veces actúa como principio sabio y prudente, como una verdadera salvaguarda de quien la practica. Los hombres han cometido asesinatos por celos, por ira, por odio, por egoísmo y por orgullo espiritual; pero jamás he oído hablar de un hombre que haya cometido un asesinato por caridad. Si no puede alegarse otro motivo mejor, el simple egoísmo debería inducir, sobre todo a los hombres exaltados, a la caridad y la filantropía. (...)

Bartleby, el escribiente
Herman Melville

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