La realidad demuestra que la demagogia, la hipocresía y la ignorancia no son patrimonio de ningún grupo concreto.

lunes, 25 de julio de 2011

La gota


(...) Vuelvo a mirar tus ojos de buey manso y aspiro el humo del tabaco cuando el vientre de la noche se derrama con el negro profundo de sus poderes.
La frase no queda mal del todo.
Mordí la punta trasera del bolígrafo y me dispuse a continuar.
Debo hacer ya una referencia directa al personaje, despué volveré sobre la descripción ambiental.
En ese momento observé la tercera gota de sangre sobre el folio. La mancha era más aparatosa que ninguna de la anteriores: se abría hacia los lados y cubría un espacio tan grande como una moneda.
Mi sobresalto se contagió de un nerviosismo que no pude superar. Tiré el bolígrafo encima de la mesa, arrastré la silla hacia atrás y me levanté profundamente crispado.
La gota volvía a sumirse dejando los residuos sanguinolentos de la huella.
Miré hacia todas partes agobiado por palpitaciones violentas.
Recorrí mi cuarto, encendí todas las luces.
El silencio exaltaba las contracciones de mi respiración.
Fui hacia la puerta y, al intentar abrirla, comprobé que estaba cerrada por fuera.
Volví sobre el escritorio y mis ojos penetraron la desmantelada montaña de folios escritos donde Robert circulaba a través de capítulos llenos de tensión y oscuridades.
Y fue entonces cuando me di cuenta de que yo podía ser el personaje de una historia que alguien estaba escribiendo.

Los Temores Ocultos (1973)
Luis Mateo Díez

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