El siguiente relato resutó ser el ganador del I Concurso de Microrrelatos del periódico digital Canarias Social:
La esperaba. Llegado el momento y cuando únicamente la luna ofrecía algo de luz en la noche profunda, ella, de aspecto frágil y enfermizo, se adentró despreocupada en el oscuro y estrecho callejón. Mientras, él permanecía oculto sosteniendo un cuchillo. De pronto, la sorprendió de súbito, presionándole la garganta con la hoja del puñal. Con agresivos susurros, derramaba en sus oídos palabras amenazantes. Por supuesto, ella cedió a sus órdenes casi sin oponerse, quedando tendida en el suelo mientras él le desgarraba frenético la ropa. Apenas hubo asimilado la situación y ya había sido penetrada. Una terrible y a la vez extraña sensación de impotencia y satisfacción recorrió su cuerpo. Se quedó inmóvil. De algún modo, él no esperaba tal reacción. Se suponía que debía de haber algún tipo de resistencia. Pero no. Ella permaneció así hasta el final, sin oponerse. Y una vez satisfechos sus complejos y macabras inseguridades, se marchó, abandonándola en el suelo del callejón. Finalmente y tras perderlo de vista, se incorpora, dañada pero complacida por la involuntariedad de su venganza, pues él desconocía que ella estaba infectada por una grave enfermedad, contagiosa y mortal.
La esperaba. Llegado el momento y cuando únicamente la luna ofrecía algo de luz en la noche profunda, ella, de aspecto frágil y enfermizo, se adentró despreocupada en el oscuro y estrecho callejón. Mientras, él permanecía oculto sosteniendo un cuchillo. De pronto, la sorprendió de súbito, presionándole la garganta con la hoja del puñal. Con agresivos susurros, derramaba en sus oídos palabras amenazantes. Por supuesto, ella cedió a sus órdenes casi sin oponerse, quedando tendida en el suelo mientras él le desgarraba frenético la ropa. Apenas hubo asimilado la situación y ya había sido penetrada. Una terrible y a la vez extraña sensación de impotencia y satisfacción recorrió su cuerpo. Se quedó inmóvil. De algún modo, él no esperaba tal reacción. Se suponía que debía de haber algún tipo de resistencia. Pero no. Ella permaneció así hasta el final, sin oponerse. Y una vez satisfechos sus complejos y macabras inseguridades, se marchó, abandonándola en el suelo del callejón. Finalmente y tras perderlo de vista, se incorpora, dañada pero complacida por la involuntariedad de su venganza, pues él desconocía que ella estaba infectada por una grave enfermedad, contagiosa y mortal.